Ha muerto Rock Hudson. Estaba sentenciado por la "enfermedad maldita" desde hacía un año. Sin embargo, todos han esperado a que la estrella apagara sus últimas luces para rendirse a la evidencia. No ha habido indulto. El SIDA ya no respeta ni a las estrellas; ni siquiera a los hombres que han vivido paradójicamente, de su físico afable, saludable, varonil. Nadie hubiera adivinado su secreto si él mismo no lo reconoce públicamente. Su revelación constituyó la noticia del verano. Desde entonces, una multitud de gays en todo el mundo lo ha elevado a la categoría de héroe. Su valentía les ha dignificado.
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