Keynes, al igual que Marx y la escuela ortodoxa (clásica y neoclásica), supone libre concurrencia en el mercado de productos, pero a diferencia de todos ellos, asume un mercado de trabajo imperfecto, en el cual los salarios se negocian en términos nominales y no reales, evidenciando así un desempleo involuntario. Igualmente, Keynes postula una rigidez en el mercado de capitales que limita la expansión del empleo, no solo en el corto plazo, sino también en el largo plazo, aun cuando el beneficio sea todavía positivo. Mientras los clásicos sostenían la idea de precios y salarios flexibles, Keynes señalaba lo contrario, es decir, rígidos e inflexibles. Para Keynes, la causa del desempleo era la insuficiente demanda agregada y que el desempleo no se corregía con una reducción de salarios, sino con una mayor demanda. Este fue su postulado básico para explicar el empleo.
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