En el museo de la legalidad administrativa hay piezas delicadas por su valor y fragilidad. Es el caso de la buena fe. Todo un clásico que debe manejarse con cuidado por su potencial virtualidad para ajustar la aplicación de la Ley al caso concreto. La buena fe suele ir acompañada de los principios de confianza legítima, buena administración y prohibición de abuso de derecho, y aunque cada uno cuenta con su autonomía conceptual, forman una familia de conceptos que favorecen una justicia más justa, cercana y humana.
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