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Resumen de Editorial: El derecho a la asistencia

Nora Aquín

  • español

    La asistencia, tanto en su dimensión conceptual como práctica, viene atravesando distintas vicisitudes no solo en el campo del trabajo social sino de las ciencias sociales en general.

    Analizada, valorada y también atacada desde distintos ángulos, la vigencia de la discusión sobre la asistencia se mantiene intacta, aunque varíen las argumentaciones. Se presentan divergencias en cuanto a concepciones, contenidos, status, significados, genealogía, y su relación con la tensión público-privado. Nos encontramos, por tanto, ante una categoría problemática que es objeto de significados teóricos distintos y de valoraciones políticas divergentes y hasta antagónicas. En el plano político, la asistencia viene siendo criticada tanto desde posturas de derecha como de izquierda. Y estas diferencias se plasman no solo en el orden diacrónico, sino también sincrónico.

    Así, quienes se inscriben en lo que podríamos llamar nueva derecha, que alberga también  al neoliberalismo, atacan a la asistencia, y a los derechos sociales en general,  por considerarla incompatible con los reclamos de justicia en base al mérito. Y al ignorar las desigualdades, alegan que la asistencia –toda la intervención estatal, salvo cuando protege los intereses de la propiedad privada– atenta contra la justicia basada en el mérito, promueve la pasividad y el clientelismo, generando clientes tutelados por la burocracia, lo cual conduce a la servidumbre. Entienden que la responsabilidad de ganarse la vida es inalienable, de modo que cada vez que esta posición alcanza lugares de poder estatal, una de sus prioridades radica precisamente en la máxima reducción posible de toda red de seguridad social. En definitiva, subyace aquí una inspiración de base malthusoniana –lo hemos escuchado en estos tiempos de pandemia con la prédica “que muera quien tenga que morir”– que, además, les lleva a señalar que la “riqueza” de las personas pobres debilita su predisposición para el trabajo.

    Pero también encontramos críticas en las antípodas, desde la llamada izquierda, que de manera muy general podemos resumirlas en que las instituciones del Estado de bienestar promueven la clientelización, pasividad y dependencia de la ciudadanía –en coincidencia con las posturas de la derecha– pero que, además, desorientan a las y los trabajadores, al cooptarles y alejarles de su supuesta misión histórica, cual es la construcción del socialismo.

    En el campo del trabajo social se reitera la divergencia de posiciones, al mismo tiempo que en el ejercicio cotidiano se ha naturalizado la idea del merecimiento, que está en la base de la función de escudriñamiento que se le exige a la profesión, función que está dirigida a comprobar que quienes demandan asistencia portan las condiciones necesarias para hacerlo y que no intentan “apropiarse indebidamente de los recursos disponibles” –los sectores de pobreza han estado sometidos históricamente a esta sospecha–; quizá la naturalización aludida no haya sido enfrentada con la suficiente fuerza teórica y política por quienes reconocemos a la asistencia como un derecho y no como un residuo.

      Por otra parte, el relato neoliberal ha logrado instalar como eje del sentido común la separación entre condiciones individuales de vida y proyecto de nación. De manera que la idea predominante en el imaginario social es aquella que sostiene que los logros personales son completamente independientes de las políticas de Estado y que son el resultado simple y directo del esfuerzo individual. Este contenido resulta un camino directo hacia el rechazo de la asistencia como aspecto fundamental de la protección social y cristaliza en la noción vaga y confusa de que “el gobierno me saca para darle a los vagos”. Esta posición, propia de las clases medias, articula dos prejuicios: por un lado, que lo que logra cada quien es producto exclusivo de su esfuerzo personal, y por otro, que si no han logrado sus objetivos ello se debe a que “el gobierno alimenta vagos”.

    De modo que a nivel societal, la concepción neoliberal sobre la asistencia ha hegemonizado el sentido común, específicamente cuando se trata del juicio sobre la protección hacia la población que la necesita. El trabajo cultural, de descolonización –si quisiéramos emprenderlo– reside, precisamente, en desarmar esta trama para despejar el camino hacia el consentimiento al derecho a la asistencia, ya no como asistencialismo sino como política reparatoria de los efectos que los diversos ejes que determinan las desigualdades generan en la población subalterna.

    Decimos esto pensando en una asistencia que efectivamente repara las consecuencias de las desigualdades, pero que también desarrolla capacidades; que en tanto ejercicio de un derecho habilita a la demanda por nuevos derechos generando, por tanto, sujetos capaces de pensar su situación y de disputar sus condiciones de vida en el terreno socio-político. De modo que la asistencia como derecho requiere la explicitación de un atributo más: el de la conflictividad. La forma, alcance y contenido que tiene la asistencia en distintos momentos y espacios, son expresión y resultado de un estado particular de la relación de fuerzas, de los procesos de lucha por las necesidades que se desarrolla en el seno del campo de la intervención social. Dicho de otro modo, la realidad política en general y de la política social en particular, expresan  resultados ocasionales de una lucha por imponer determinados significados y prácticas. De ahí que el sentido y la direccionalidad de la asistencia también expresan las pujas que se establecen entre los grupos subordinados y el Estado, en una determinada correlación de fuerzas.

    Ahora bien: decimos derecho a la asistencia. ¿Por qué existen los derechos? Un derecho implica el reconocimiento de una deuda que deviene de la asimetría en las posibilidades de ser, asimetría que es el eje estructurante del capitalismo. La expresión “tengo derecho a” expresa el reconocimiento de una deuda que se concreta como demanda. Y tal reconocimiento solo es posible en tanto y en cuanto la sociedad haya consentido que la deuda existe. Por tanto, trabajar la asistencia desde una perspectiva de derechos no es una declamación, sino una invitación a trabajar en los procesos conflictivos de reconstrucción de la relación deuda-lucha-derecho, de modo que además de la titularidad, cada derecho reconocido cuente con los elementos necesarios para su provisión.

    Para finalizar, sabemos de la importancia del derecho a la asistencia para mejorar las condiciones de vida de los sectores más postergados. En ello radica el sentido reparatorio del auxilio hacia las personas desposeídas. Pero también sabemos que, si hemos de enfrentar la asimetría estructurante del capitalismo, ya no será suficiente ocuparnos solo de la pobreza, sino que será necesario abordar también de la riqueza. Ello equivale no solamente a “contar pobres” e indagar “cuán pobres son”, sino también a “contar ricos” e indagar “cuán y por qué tan ricos son”. Lo cual  ya no es resorte de las políticas sociales, sino de la política, a secas. De una política capaz de problematizar a fondo, de producir y activar algunas vías de radicalización más ricas, profundas y complejas. Pero su radicalización requiere de sujetos que encarnen tal utopía. Nos concierne, por tanto, debatir las posibilidades y límites reales de la intervención profesional crítica y emancipatoria, para contribuir a la construcción de tales sujetos.

  • English

    Assistance, both in its conceptual and practical dimensions, has been going through different vicissitudes not only in the field of social work but also in the social sciences in general.

    Analyzed, valued and also attacked from different angles, the validity of the discussion on assistance remains intact, although the arguments vary. There are divergences in terms of conceptions, contents, status, meanings, genealogy, and its relationship with the public-private tension. We find ourselves, therefore, before a problematic category that is the object of different theoretical meanings and divergent and even antagonistic political assessments. At the political level, assistance has been criticized from both the right and the left. And these differences are reflected not only in the diachronic order, but also in the synchronic order.

    Thus, those who belong to what we could call the new right, which also includes neoliberalism, attack assistance, and social rights in general, as incompatible with the claims of merit-based justice. And by ignoring inequalities, they claim that assistance - all state intervention, except when it protects private property interests - undermines merit-based justice, promotes passivity and clientelism, generating clients protected by the bureaucracy, which leads to servitude. They understand that the responsibility of earning a living is inalienable, so that whenever this position reaches places of state power, one of its priorities lies precisely in the maximum possible reduction of any social safety net. In short, there is an underlying Malthusonian inspiration here - we have heard it in these times of pandemics with the preaching "let those who have to die die" - which also leads them to point out that the "wealth" of poor people weakens their predisposition to work.

    But we also find criticisms on the opposite side, from the so-called left, which in a very general way can be summarized in that the institutions of the welfare state promote the clientelization, passivity and dependence of the citizenry - coinciding with the positions of the right - but also disorient workers by co-opting them and distancing them from their supposed historical mission, which is the construction of socialism.

    In the field of social work, the divergence of positions is reiterated, at the same time that the idea of merit has been naturalized in daily practice, which is at the basis of the scrutiny function required of the profession, a function aimed at verifying that those who demand assistance have the necessary conditions to do so and that they are not trying to "misappropriate the available resources" -poor sectors have historically been subject to this suspicion-; Perhaps this naturalization has not been confronted with sufficient theoretical and political force by those of us who recognize assistance as a right and not as a waste.

    On the other hand, the neoliberal narrative has managed to install as the axis of common sense the separation between individual living conditions and the project of the nation. Thus, the predominant idea in the social imaginary is that which maintains that personal achievements are completely independent of State policies and that they are the simple and direct result of individual effort. This content results in a direct path towards the rejection of assistance as a fundamental aspect of social protection and crystallizes in the vague and confused notion that "the government takes from me to give to the lazy". This position, typical of the middle classes, articulates two prejudices: on the one hand, that what each person achieves is the exclusive product of his or her personal effort, and on the other, that if they have not achieved their objectives it is because "the government feeds lazy people".

    Thus, at the societal level, the neoliberal conception of assistance has hegemonized common sense, specifically when it comes to the judgment about the protection of the population in need. The cultural work of decolonization - if we would like to undertake it - lies precisely in dismantling this plot to clear the way towards the consent to the right to assistance, no longer as welfare but as a reparatory policy of the effects that the various axes that determine inequalities generate in the subaltern population.

    We say this thinking of assistance that effectively repairs the consequences of inequalities, but also develops capacities; that as the exercise of a right enables the demand for new rights, thus generating subjects capable of thinking about their situation and disputing their living conditions in the socio-political arena. Thus, assistance as a right requires the explanation of one more attribute: that of conflictivity. The form, scope and content of assistance in different moments and spaces are the expression and result of a particular state of the relationship of forces, of the processes of struggle for needs that develops within the field of social intervention. In other words, political reality in general and social policy in particular, express occasional results of a struggle to impose certain meanings and practices. Hence, the meaning and directionality of assistance also express the struggles established between subordinate groups and the State, in a given correlation of forces.

    Now then: we say right to assistance. Why do rights exist? A right implies the recognition of a debt that derives from the asymmetry in the possibilities of being, an asymmetry that is the structuring axis of capitalism. The expression "I have the right to" expresses the recognition of a debt that becomes concrete as a demand. And such recognition is only possible as long as society has consented that the debt exists. Therefore, working on assistance from a rights perspective is not a declamation, but an invitation to work on the conflictive processes of reconstruction of the debt-struggle-rights relationship, so that in addition to the ownership, each recognized right has the necessary elements for its provision.

    Finally, we are aware of the importance of the right to assistance in order to improve the living conditions of the most disadvantaged sectors. Therein lies the restorative sense of assistance to the dispossessed. But we also know that, if we are to confront the structuring asymmetry of capitalism, it will no longer be enough to deal only with poverty, but it will also be necessary to address wealth. This means not only "counting the poor" and asking "how poor they are", but also "counting the rich" and asking "how and why they are so rich". This is no longer a matter of social policies, but of politics, pure and simple. Of a politics capable of problematizing in depth, of producing and activating some richer, deeper and more complex ways of radicalization. But its radicalization requires subjects that embody such utopia. It concerns us, therefore, to discuss the real possibilities and limits of critical and emancipatory professional intervention, in order to contribute to the construction of such subjects.

  • português

    O cuidado, tanto em suas dimensões conceituais como práticas, passou por diferentes vicissitudes não apenas no campo do trabalho social, mas também nas ciências sociais em geral.

    Analisada, avaliada e também atacada de diferentes ângulos, a validade da discussão sobre o cuidado permanece intacta, embora os argumentos variem. Há divergências em termos de concepções, conteúdo, status, significados, genealogia e sua relação com a tensão público-privada. Estamos, portanto, diante de uma categoria problemática que é objeto de diferentes significados teóricos e de avaliações políticas divergentes e até mesmo antagônicas. No nível político, o cuidado tem sido criticado tanto da direita como da esquerda. E essas diferenças não se refletem apenas na ordem diacrônica, mas também na ordem sincrônica.

    Assim, aqueles que pertencem ao que poderíamos chamar de novo direito, que também inclui o neoliberalismo, atacam o bem-estar e os direitos sociais em geral, como incompatíveis com as reivindicações de justiça baseada no mérito. E ao ignorarem as desigualdades, argumentam que o bem-estar - toda intervenção do Estado, exceto quando protege os interesses da propriedade privada - mina a justiça baseada no mérito, promove a passividade e o clientelismo, gerando clientes sob a tutela da burocracia, levando à servidão. Eles entendem que a responsabilidade de ganhar a vida é inalienável, de modo que sempre que esta posição atinge lugares de poder estatal, uma de suas prioridades está precisamente na redução máxima possível de qualquer rede de segurança social. Em resumo, existe aqui uma inspiração malthusiana subjacente - ouvimo-la nestes tempos de pandemias com a pregação "deixem morrer aqueles que têm que morrer" - o que, além do mais, os leva a apontar que a "riqueza" dos pobres enfraquece sua predisposição para o trabalho.

    Mas também encontramos críticas do lado oposto, da chamada esquerda, que podem ser resumidas de forma muito geral, na medida em que as instituições do Estado social promovem a clientelização, a passividade e a dependência dos cidadãos - coincidindo com as posições da direita - mas também desorientam os trabalhadores, cooptando-os e distanciando-os de sua suposta missão histórica, que é a construção do socialismo.

    No campo do trabalho social, a divergência de posições é reiterada, ao mesmo tempo em que a idéia de merecimento foi naturalizada na prática diária, que está na base da função de escrutínio exigida pela profissão, uma função destinada a verificar se aqueles que exigem assistência têm as condições necessárias para fazê-lo e que não estão tentando "se apropriar indevidamente dos recursos disponíveis" - os setores da pobreza têm sido historicamente sujeitos a esta suspeita; Talvez esta naturalização não tenha sido confrontada com força teórica e política suficiente por aqueles de nós que reconhecem a assistência como um direito e não como um desperdício.

    Por outro lado, a narrativa neoliberal conseguiu instalar como eixo do senso comum a separação entre as condições de vida individuais e o projeto nacional. Assim, a idéia predominante no imaginário social é que as realizações pessoais são completamente independentes das políticas estatais e são o resultado simples e direto do esforço individual. Este conteúdo leva diretamente à rejeição da assistência como um aspecto fundamental da proteção social e cristaliza na vaga e confusa noção de que "o governo tira de mim para dar aos preguiçosos". Esta posição, típica da classe média, articula dois preconceitos: por um lado, que o que cada pessoa consegue é o produto exclusivo de seu esforço pessoal e, por outro lado, que se ela não alcançou seus objetivos é porque "o governo alimenta as pessoas preguiçosas".

    Assim, a nível social, a concepção neoliberal de assistência hegemonizou o senso comum, especificamente quando se trata do julgamento sobre a proteção da população necessitada. O trabalho cultural de descolonização - se quisermos realizá-lo - está precisamente no desmantelamento desta estrutura para abrir caminho para o consentimento do direito à assistência, não mais como bem-estar, mas como política reparadora dos efeitos que os diversos eixos que determinam as desigualdades geram na população subalterna.

    Dizemos este pensamento de assistência que repara efetivamente as conseqüências das desigualdades, mas que também desenvolve capacidades; que como o exercício de um direito permite a demanda de novos direitos, gerando assim sujeitos capazes de pensar sobre sua situação e de disputar suas condições de vida na arena sócio-política. Assim, a assistência como um direito requer que um atributo adicional seja explicitado: o do conflito. A forma, alcance e conteúdo da assistência em diferentes momentos e em diferentes espaços são a expressão e resultado de um estado particular da relação de forças, dos processos de luta pelas necessidades que se desenvolvem dentro do campo da intervenção social. Em outras palavras, a realidade política em geral e a política social em particular, expressam resultados ocasionais de uma luta para impor certos significados e práticas. Assim, o significado e a direcionalidade da assistência também expressam as lutas que são estabelecidas entre os grupos subordinados e o Estado, em uma determinada correlação de forças.

    Agora então: dizemos direito à assistência. Por que existem direitos? Um direito implica o reconhecimento de uma dívida que deriva da assimetria nas possibilidades de ser, uma assimetria que é o eixo estruturante do capitalismo. A expressão "tenho o direito de" expressa o reconhecimento de uma dívida que assume a forma de uma demanda. E tal reconhecimento só é possível enquanto a sociedade tiver concordado que a dívida existe. Portanto, trabalhar na assistência sob a perspectiva de direitos não é uma declamação, mas um convite para trabalhar nos processos conflituosos de reconstrução da relação entre dívida e direitos, de modo que, além da propriedade, cada direito reconhecido tenha os elementos necessários para sua provisão.

    Finalmente, estamos conscientes da importância do direito à assistência a fim de melhorar as condições de vida dos setores mais desfavorecidos. Nisso reside o significado reparador da assistência aos despossuídos. Mas também sabemos que, se quisermos enfrentar a assimetria estrutural do capitalismo, não é mais suficiente lidar apenas com a pobreza, mas também com a riqueza. Isto significa não apenas "contar os pobres" e perguntar "como eles são pobres", mas também "contar os ricos" e perguntar "como e por que eles são tão ricos". Isto não é mais uma questão de política social, mas de política, pura e simples. De uma política capaz de problematizar em profundidade, de produzir e ativar algumas vias mais ricas, profundas e complexas de radicalização. Mas sua radicalização requer sujeitos que encarnem tal utopia. Trata-se, portanto, de debater as possibilidades reais e os limites da intervenção profissional crítica e emancipatória, a fim de contribuir para a construção de tais temas.


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