Mirar-reconocer el entorno-paisaje como parte de nuestro cuerpo-territorio: ese nuestro, ese cuerpo, ese territorio, ese nuestro cuerpo territorio que se extiende para hacerse paisaje. Lo que me rodea es paisaje, es mi prótesis, es parte del cuerpo que habito y me habita, que soy... Aprendo a mirar/nos: aprender a ver/nos territorio-cuerpo, paisaje, en comunidad. Una nueva comunidad con otrxs humanxs, no humanxs, entorno, paisaje. Un hacer común con lx/lxsotrx/s: especies, mundos, requiere aprender nuevas formas de hacer vínculos, parentescos, alianzas. Camino sobre territorios incendiados, suelos quemados en la Córdoba del 2020. Una compañera feminista de la Brigada Forestal Isquitipe me guía, me enseña a reconocerlo que ya no está, lo que se perdió para siempre, lo nuevo. Las pisadas transforman el suelo, mueven el aire, mi pelo se enreda en la rama, la tira y la rompe. Escucho atenta, miro los despojos de este paisaje-territorio y su nueva entidad. Pienso en Brigitte Baptiste (2021) hablando de las “identidades ecológicas” de cada territorio y como esas identidades construye constantemente en la conversación colectiva. Imagino formas posibles de pensar y vincularnos con la naturaleza, con lo que nos rodea, achicar las distancias e intensificar los afectos y los efectos que el paisaje-territorio tiene en nuestro ser en el mundo. Hago una propuesta, un pequeño archivo foto-hablante, una cartografía viva, un registro polifónico de este paisaje-territorio que me habita y que soy, de esta prótesis que cargo.
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