El terreno sobre el cual se erigen los conflictos sociales, es abonado y fortalecido con la marginación, la pobreza extrema, el hambre, el desamparo y la indiferencia. La educación le permite al ser humano aprender a reconocer su derecho a la felicidad; la Educación Especial, además, aprende de la fuente de esa marginalidad, la pobreza extrema, el hambre y el desamparo; convive con quienes lo sufren, lo estudia, lo diagnostica y luego, se proyecta como un instrumento idóneo, no sólo para enseñar, sino para acompañar al desvalido, ya sea física, mental o socialmente, por los caminos de dignidad en que tiene derecho a desarrollar su vida.
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