Ya han transcurrido más de 6 meses desde la inauguración de la controvertida XIV Bienal de La Habana, en concordancia con los tiempos actuales y más allá de su eje curatorial Contemporaneidad y Futuro, nunca una Bienal de La Habana había estado tan politizada. Si bien, históricamente la Bienal de La Habana ha sido un terreno catalizador de obras críticas e incómodas para el poder, fundada en 1984 en un espíritu de ser portadora de la voz creativa y reflexiva de artistas de países periféricos y de discursos disruptivos, hoy se sostuvo enfrentada a una fisura enmarcada en un complejo contexto socio-político, peligrosamente agudizado en épocas de pandemia.
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