La CNMV, como la mayoría de los reguladores de valores del mundo, orienta gran parte de sus esfuerzos y actuaciones al fin último de proteger al inversor, en la mayoría de los casos generando una vasta información para su puesta a disposición del mercado y, en última instancia del público inversor. Por tanto, las múltiples acepciones que reciben algunos objetivos intermedios; integridad del mercado, establecimiento de murallas chinas, registro de folletos informativos, transparencia en operaciones vinculadas, comunicación de hechos relevantes, participaciones significativas, etc..., siempre tienen un fin último: garantizar la información. Sin duda, no se trata solo de cumplir el artículo 13 de la Ley del Mercado de Valores como una labor altruista, sino desde el profundo convencimiento de que garantizar la confianza del público inversor es una pieza clave para que el sistema funcione; los emisores puedan acudir a los mercados a obtener financiación, las empresas de servicios de inversión puedan captar clientes, etc...
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