Era 1789, el año en el que iba a empezar la Revolución en Francia y en el que estuvo a punto de estallar una nueva guerra entre España e Inglaterra. La razón era la misma que en otros conflictos entre ambos reinos a lo largo del siglo XVIII: América. La primera quería preservar su presencia e importancia en el continente, mientras que la segunda buscaba expandirse a costa de la primera. Lo curioso es que los culpables de llegar a esta situación fueron los rusos. España tenía claro que no podían dejar que los rusos se establecieran en aquel territorio, pues, según la Bula Papal Inter Caetera, de 1493, eran los legítimos dueños de toda esa parte de América.
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