Este artículo parte del reconocimiento de que la sociedad androcéntrica ha favorecido una visión del mundo distorsionada, ya que privilegia una sola cara del quehacer humano. De ahí, la necesidad de corregir los procesos responsables que imponen la aceptación de este proceso arbitrario como natural. Por eso me he interesado particularmente en las novelas históricas, biografías y estudios académicos que vuelven visibles a las excluidas de la historia oficial de la Argentina, a las mujeres que una historiografía más interesada en las actividades guerreras, políticas o económicas de los hombres, da escasa importancia o sencillamente ignora.
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