Sandra Gardella, Silvina VIera
A partir de una práctica educativa situada desde la denominada educación formal, se analiza, desde el paradigma de la complejidad, a la institución educativa que nace en los espacios de privación de libertad. Este análisis incluye el de la tensión entre lo instituido y lo instituyente, para posibilitar otras miradas: las de los educadores, más allá de su filiación institucional y las de otros actores que intervienen —con implicancia— en los procesos educativos: policías, operadores penitenciarios, personas privadas de libertad. El diálogo necesita tiempo y escucha respetuosa. También la convicción de que todos somos aprendientes y que aprendemos con otros. La organización del espacio educativo es una tarea compartida entre la institución penitenciaria y la institución educativa: de este diálogo surgen nuevos espacios donde los enseñantes y los aprendientes son pares.
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