Francisco Rabal está en el otoño, un otoño cálido, confortable, que ha seguido a una primavera enfebrecida, a un verano volcánico. Como persona, como hombre, y como actor. Atrás han quedado guapezas, noches locas, provocaciones siempre aceptadas con la excusa del machismo, papeles en películas conturbadoras, obras de teatro con las que, en nombre del tiempo, se rompían moldes.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados