Ignacio Ezquiaga Domínguez, José Manuel Amor
La instrumentación de la política monetaria de la eurozona se ha enriquecido mucho desde la crisis financiera global iniciada en 2007-2008. Aunque el objetivo final de la estabilidad de precios es el mismo y el canal de trasmisión a la economía sobre el que establece objetivos intermedios siguen siendo los tipos de interés a un día, el balance del Banco Central Europeo (BCE) ha cobrado una relevancia que va más allá de su función tradicional como soporte instrumental de la política monetaria, adentrándose en el campo de la estabilidad financiera e influyendo no solo en el tipo a un día, sino también en toda la curva de tipos de interés (ver Ezquiaga y Amor, 2023), a través de nuevos instrumentos menos ortodoxos. Esta situación ha conducido al BCE —como a la mayoría de los bancos centrales— a un balance de un tamaño sin preceden- tes que ha despertado polémicas, como la que se refiere a la estructura de su remuneración; malentendidos respecto a la relevancia de las cantidades en las decisiones monetarias; o incógnitas, como las que despiertan la estrategia de salida y los impactos en las primas del mercado de bonos. Por eso, ahora que el BCE denomina “de normalización” la etapa actual, iniciada en 2022, cabe preguntarse qué implica esto y si se podrá volver a un esquema como el previo a 2007.
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