Frente al cabo de Estaca de Bares, en el extremo norte de Galicia y de la península ibérica, van y vienen aves marinas casi todo el año. Son muy pocos los días de cada estación en los que dejan de verse desde el promontorio que alberga su faro; o, mucho mejor, desde su observatorio de aves, construido en piedra hace más de treinta años junto a unos antiguos molinos de agua que descienden hasta el pie mismo del acantilado
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