Sevilla, España
Asumiendo la dificultad de definir los rasgos esenciales de una identidad colectiva, este artículo explora como hipótesis que algunos de esos rasgos son constructos (políticos, ideológicos, culturales, etc.), pero que hay otros que podrían, por un instante, ser causa de reconocimiento de una diferenciación en la globalización. En vez de determinar qué pueda ser una identidad desde métodos antropológicos, este artículo se adentraría en delinear un perfilado, que no pretende ser impositivo, pero sí propositivo, para lo que podría llamarse una forma de vida, desde la literatura y la arquitectura.
Para ello, se tomará el concepto “friluftsliv”, una suerte de descriptor para una conciencia colectiva, la noruega, que expresa la preservación del medioambiente y un vivir de manera muy vinculada a la naturaleza. Se encuentra inicialmente ese término en las obras Henrik Ibsen, conocido por establecer una estrecha relación con los sueños, operando en el plano del inconsciente para la creación de sus obras. Haciendo derivar de ese concepto la conocida Deep Ecology, liderada por Arne Naess, se abre una segunda hipótesis sobre el giro nacionalista de una sociedad hasta hace pocos años reconocida en otro de sus rasgos identitarios como abierta y receptiva. Así, se examina el caso de los memoriales de los atentados de 2011, siendo la arquitectura el foco analítico para estudiar el extremismo político conservador en Noruega, concluyendo que es crucial entender las manifestaciones del inconsciente, supuestamente a salvo de injerencias, como la que proveería el “friluftsliv”, que son ya la vía abierta para las manipulaciones identitarias.
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