A lo largo del siglo XVIII, y fundamentalmente tras el “Terremoto de Lisboa” (1755), la Iglesia sembró por todo el Reino de Sevilla un gran número de edificaciones religiosas que constituyen el denominado “barroco diocesano dieciochesco”, cuyos encargados de materializarlo fueron los maestros mayores del Arzobispado hispalense. En las páginas que siguen se expone concisamente la génesis, el desarrollo y el ocaso de este brillante episodio de la arquitectura andaluza, personificado en cuatro de aquellos maestros: Diego Antonio Díaz, Pedro de Silva, Ambrosio de Figueroa y su hijo Antonio, de los que se aportan relevantes noticias inéditas biográficas y profesionales.
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