Antes de plantearse si es necesario o no anular la deuda de los países africanos, lo adecuado sería tomar la exacta medida del problema, teniendo presentes la debilidad de los aparatos estadísticos y la falta de transparencia de ciertos prestamistas bilaterales, entre ellos China. La armonización de las cifras disponibles procedentes de diversas fuentes permitiría alcanzar una mejor comprensión del problema.
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