Una tecnología se considera disruptiva cuando su implantación implica la sustitución u obsolescencia de una tecnología anterior por la que se obtiene una ventaja competitiva tan significativa que cambia drásticamente los escenarios donde se introducen, así como las ‘reglas de juego’ hasta entonces utilizadas.
La capacidad de las máquinas para aprender, razonar y tomar decisiones ha abierto un sinfín de posibilidades en diversos campos
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