A consecuencia del trauma que supuso la invasión de la Peste Negra de 1348, la población fue consciente de una muerte cercana que acechaba constantemente y regía todos los aspectos de la vida cotidiana. Los reinos peninsulares, en especial Castilla y el reino Nazarí fueron testigos de la invasión de la enfermedad, que hubieron de enfrentarla con todos los medios posibles a su alcance. La medicina ocupó un papel destacado en el desarrollo de la epidemia pudiendo establecer su control, en la medida de lo posible.
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