Durante la pandemia, los gobiernos del Norte Global han demandado políticas dirigidas a «aplanar la curva», principalmente a través del distanciamiento social y, en algunos casos, de confinamientos casi totales. Las crisis económicas provocadas por estas medidas han aumentando las desigualdades raciales, de género y económicas, así como las enfermedades crónicas, el abuso doméstico y la violencia de género (Cash and Patel, 2020). Numerosos especialistas en salud pública han criticado los enfoques de “tamaño único” (one-fits all) promoviendo respuestas coordinadas que garanticen agua y servicios sanitarios, seguridad alimentaria, y transferencias de renta. Por otro lado, la pandemia se ha politizado, y distintos gobiernos han adoptado posiciones muy diferentes: desde descartar la gravedad del virus (Brasil, Estados Unidos y Reino Unido) hasta instaurar vigilancia policial (México). A medida que diferentes grupos sociales se han posicionado respecto a estas políticas, se ha erosionado la confianza en la ciencia y en las instituciones sanitarias. En este contexto, han surgido grupos de ayuda mutua y redes de movilización social y asistencial. Este proyecto pretende examinar cómo estas redes influyen en la configuración de la experiencia social y afectiva de la pandemia, desafiando los modelos de tamaño único mencionados, y promoviendo estrategias alternativas para combatir sus efectos. Estas formas de intervención social no solo exigen reformas o igualdad de derechos ante la salud, sino que cuestionan las relaciones de los ciudadanos con el Estado, las desigualdades institucionalizadas y su raíz histórica, a través de una reivindicación de tipo emocional que requiere una valoración crítica.
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