La mayoría de músicos que obtuvieron una formación académica lo hicieron para interpretar algo que había sido escrito, por lo que si no contasen con una partitura que leer o no recordasen ninguna obra compuesta, lo previsible es que su instrumento dejara de sonar antes incluso de haber comenzado a hacerlo, a no ser que hubieran podido desarrollar la capacidad de componer en tiempo real. Teniendo esto en consideración parece oportuno pensar que, del mismo modo que cuando hablamos, los músicos habríamos de contar con un conocimiento gramatical y conceptual de los parámetros regidores del lenguaje musical, que posibilitara construir un discurso improvisado.
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