En Europa los topónimos no se distribuyen al azar. Forman parte de estructuras que se repiten en lugares distantes y no son, fundamentalmente, consecuencia de migraciones. Son arcaicos (¿neolíticos?) y parecen relacionarse con la demarcación de territorios. Esas sorprendentes repeticiones fueron descubiertas por Alberto Porlan. Quizá sea aún más sorprendente el que nadie las hubiera visto antes.
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