Podremos elegir, si la investigación no se tuerce, la lengua en que deseamos oír lo que un auricular recibe en otra. Habrá triunfado la Traducción Automática (TA). Los logros recientes permiten pensar que pronto ha de ser un instrumento tan eficaz como la acción del traductor o del intérprete. Mientras llega (o no) la automatización, sabemos que ya no vale para el currículo haber estudiado siete años de lengua extranjera, o haber vivido dos en Chicago porque parece obligatorio acreditar el nivel con un examen riguroso (Marco Común Europeo de Referencia, MCER), precisamente en una época en la que la TA podría acabar con la necesidad de estudiar lenguas. La acción de la UE, y sus propuestas para incentivar y regularizar el aprendizaje de idiomas por encima de la tendencia natural, nos lleva a reflexionar sobre los condicionantes de esta posible nueva etapa y sus consecuencias.
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