María José Zaparaín Yáñez, Juan Escorial Esgueva
María de Zúñiga y Avellaneda asumió, tras la muerte de su padre, las exigencias que conllevaba ostentar el título de condesa de Miranda, quedando, sin embargo, invisibilizada por la figura de su esposo y tío paterno, Juan de Zúñiga. Armonizó la atención de sus obligaciones cortesanas con el cuidado de su alma, que priorizó al enfermar su marido. Tras enviudar, la red de conexiones femeninas que siempre la habían acompañado eclosionó y es, precisamente, este protagonismo de lo femenino el hilo conductor que subyace en sus promociones artísticas, orientadas a mantener la memoria de su Casa y a asegurar la salvación de esta según los presupuestos de un incipiente Barroco.
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