El 28 de mayo, Moisés Herrero Luengo, inspector de policía, encontraba la muerte en una calle de Guecho. Deja viuda y un hijo. Las dos personas que más había querido viven, dos semanas después, dominadas por el miedo a que ETA intente apagar la vida del pequeño. Tiene cuatro años y es el único testigo que presenció el atentado.
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