Pertenecer a un importante grupo institucional o familiar en la sociedad colonial era vital, así como ejercer un cargo en el poder e incluso tener riquezas para obtener ciertos privilegios. El “privilegium”, en su carácter de derecho atribuido a un grupo limitado de destinatarios o a una situación específica, reflejaba la estructura fundamental del antiguo régimen: la estructura de la diferencia. La monarquía española otorgó gracias particulares a la mayoría de las corporaciones y le dio a otros grupos socialmente fuertes un estatuto jurídico especial. Para el caso de los comerciantes, estos dispusieron de una institución mercantil propia como lo fueron los consulados, los cuales eran regulados por sus propias ordenanzas.
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