"Se me ocurrió ser actor porque no tenía una base cultural, docente, truncados mis estudios por la Guerra Civil. Yo sabía que tenía una cierta sensibilidad y pensé, inicialmente, en ser director artístico, porque dibujaba bastante bien. Quería inventar películas maravillosas, como "El sueño de una noche de verano", que vi en el Callao, en 1935. Luego acabé en la plantilla del "María Guerrero", donde no hice más que aprender por treinta pesetas diarias, simultaneando la que iba a ser mi profesión, con un puesto en la Subsecretaría de Educación Popular como cartelista".
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