Voy a dedicar estas líneas a cuestiones «estratégicas» —lato sensu—, de forma que lo más honesto será que comience por explicitar mi principal intuición estratégica: no creo que nadie tenga nada particularmente sólido que decir sobre «estrategia». Si esta intuición se me presenta como válida en el plano de las luchas específicas, tanto más en ésos que se aproximan en generalidad al de la pugna por una humanidad libre y una sociedad justa en un planeta habitable.[1] En aquellas luchas, en esta pugna, nos lo jugamos todo, de forma que nos vemos obligados a reflexionar sobre estrategias, y a juzgarlas, por poco que confiemos en nuestros juicios estratégicos.
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