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Resumen de La ruptura entre el orden inmanente y el orden trascendente según Charles Taylor: Propuestas para un tiempo de síntesis en clave hegeliana

Francisco Javier Martínez

  • español

    Para Charles Taylor la gran invención de Occidente es el establecimiento de un orden inmanente a la naturaleza. Un orden inmanente que implicaba negar cualquier forma de conexión entre las cosas de la naturaleza y lo sobrenatural por otro, ya sea entendido como un Dios trascendente, o el mundo de los espíritus o fuerzas mágicas. Incluso definir la religión en términos de la distinción entre inmanente y trascendente es una división hecha a medida de nuestra cultura moderna y que para nuestro hermeneuta canadiense dicha distinción se ha vuelto fundacional. Es más, por primera vez en el Occidente moderno, a partir de la ciencia posgalileana, el orden inmanente se convierte en el trasfondo de todo nuestro pensamiento.

    Se produce un doble movimiento hacia la inmanencia a partir de la razón responsable y del orden natural que lleva al establecimiento de un nuevo orden moral de la Modernidad: un mundo como contención de los instintos y una personalización del yo a través del psiquismo, la interioridad racional y el autodominio disciplinado. Todo queda reducido a una sucesión encadenada de causalidades autónomas, en el que apenas queda espacio para las preguntas de carácter trascendente.

    Frente a la epistemología de la mediación cartesiana y dualista que acaba en el cientificismo naturalista y frente a las pretensiones imperiales del mecanicismo omnímodo y de la tecnología omnipresente, el proyecto filosófico de Taylor es un proyecto que pretende reconstruir la identidad moderna a partir de una visión totalizadora en clave hegeliana, de alcance universal. Taylor trata de poner orden y descubrir la transparencia en medio de la confusión excluyente y la negatividad. Es posible el ascenso hacia un orden moral más elevado a partir de la apertura a horizontes de significado y la potenciación del diálogo.

  • English

    For Charles Taylor, the great invention of the West is the establishment of an immanent order in nature. An immanent order that implied denying any form of connection between the things of nature and the supernatural by another, whether understood as a transcendent God, or the world of spirits or magical forces. Even defining religion in terms of the distinction between immanent and transcendent is a division tailored to our modern culture and one that for our Canadian hermeneutic such a distinction has become foundational. What’s more, for the first time in the modern West, starting with post-Galilean science, the immanent order becomes the background of all our thinking. A double movement towards immanence is produced from responsible reason and the natural order that leads to the establishment of a new moral order of Modernity: a world as containment of instincts and a personalization of the self through the psyche, interiority rational and disciplined self-control. Everything is reduced to a chained succession of autonomous causalities, in which there is hardly any room left for questions of a transcendental nature. Faced with the epistemology of Cartesian and dualist mediation that ends in naturalistic scientism and against the imperial claims of omnimodal mechanism and omnipresent technology, Taylor’s philosophical project is a project that seeks to reconstruct modern identity from a vision totalizing in a Hegelian key, universal in scope.


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