Más de un año después desde que el euríbor 12 abandonase el terreno negativo, con un intenso recorrido al alza que le ha llevado a superar niveles no vistos desde antes de la crisis financiera, el dilema más relevante al que se enfrentan las entidades financieras es el ritmo e intensidad de traslación de dicho incremento a la remuneración de los depósitos. Hasta la fecha, esa traslación —medida por el denominado coeficiente “beta”— está siendo muy inferior a la observada en los activos (préstamos) y en otros países europeos de referencia. En dicho contexto, el artículo analiza esas diferencias, así como la evidencia histórica de otros episodios de elevación de tipos de referencia para resaltar los elementos diferenciales que justifican la mayor cautela observada hasta el momento. Entre ellos, cabe destacar la holgada posición de liquidez del sector bancario, la incertidumbre sobre la senda más inmediata de los tipos, la utilización de los menores costes del pasivo para aliviar la carga financiera de determinados clientes de activo, o el impacto que el deterioro de la calidad crediticia pudiera tener vía mayores saneamientos.
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