En noviembre de 1884 el barrio de Whitechapel, en el east end londinense, era un vertedero y un pozo de desolación; un laberinto de callejuelas sin asfaltar por donde corrían ríos de agua sucia mezclada con sangre procedente de los mataderos. Productos tóxicos de las tenerías y orines. Unas densas y asfixiantes nieblas ocultaban las inmundas viviendas y a una superpoblación pobre y enferma. Por estas calles infestadas de ratas deambulaban sin rumbo alcohólicos, prostitutas y delincuentes de todo tipo. Sería aquí donde cuatro años más tarde alguien que se haría llamar Jack el destripador cometería sus atroces asesinatos. En el extremo este de Whitechapel Road se alzaba la impresionante fachada clásica del London Hospital, signo exterior de la benevolencia autoritaria y la caridad victoriana. Y fue así como los destinos de dos hombres se cruzaron; el del doctor Frederick Treves y el de Joseph Carey Merrick, conocido como el hombre elefante.
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