Los poderes cristianos del norte peninsular destinaban casi todo lo que tenían, e incluso más que eso, al esfuerzo militar. Los reyes taifas, por el contrario, a pesar de regir unos territorios bastante más reducidos, seguían atesorando enormes reservas monetarias para conseguir una posición singular y preeminente respecto al resto. La diferencia entre los modelos de ejércitos medievales hispánicos solo podía ir en detrimento de la eficacia militar de los segundos frente a los primeros.
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