Parece poco discutible partir de una evidencia que se ha convertido en axioma museístico: todo museo constituye un relato, “cuenta algo”, y eso que se narra tiene que ver con nosotros mismos, aun si el museo, por serlo de etnografía, de historia o de arqueología pareciera que habla de “otros”: otros en el espacio, en el tiempo o por la procedencia y diferencia de su cultura con la nuestra.
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