La fundación de pueblos por los españoles en tierras americanas tuvo como objetivo fundamental la concentración de individuos que permitieran reproducir no sólo las condiciones de vida propios de la península, sino la de establecer un orden político, económico y social según los moldes de la cultura peninsular. En atención a este principio, surgió desde el siglo XVI la necesidad de organizar el espacio en las fronteras del Nuevo Mundo, según la importancia militar, económica o administrativa que pudieran tener los nuevos centros urbanos.' En los siglos XVI y XVII, los moradores permanentes de las ciudades, villas o pueblos eran básicamente blancos. La población proveniente de sectores diferentes a este grupo se distribuía en espacios urbanos secundarios, ya que ellos socialmente eran sectores subsidiarios de la vida de los blancos y, en consecuencia, debían ocupar otros lugares distintos a los lugares centrales que habían sido apropiados por los peninsulares.
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