Después de la lección de cosas ofrecida el pasado abril por la parte minoritaria del Gobierno acerca de la eterna cuestión del “sostenella y no enmendalla”, como comportamiento aprendido de algunos encaramados arriba, conviene pasar a asuntos de más enjundia. En este despliegue de la desertización peninsular, determinado por el tantas veces anunciado desde las páginas de mientras tanto cambio climático, una parte de la crisis ecológica más general, conviene reflexionar acerca de cómo hacerle frente.
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