El actual proceso sinodal de la Iglesia nos presenta el desafío de pasar de un modelo de colaboración entre laicas/os y clérigos a otro de corresponsabilidad entre todos los bautizados, miembros de un mismo Pueblo de Dios. Esta transición no está exenta de perplejidades, sobre todo por parte de aquellas/os que ven el Sínodo como una degeneración eclesial hacia el asambleísmo. El ejercicio de la conversación espiritual puede ayudar a limar estos prejuicios y establecer verdaderas relaciones horizontales donde cada creyente pueda aportar los carismas recibidos para realizar la misión de la Iglesia.
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