A través de estas reflexiones el autor nos sitúa ante el desafío de considerar la esencia del cristianismo como algo que escapa al atajo de la abstracción. La verdad en la Biblia es la fidelidad a la Alianza, el amor y la compasión a los pobres. La tensión entre la verdad como un conjunto de preceptos desencarnados y como relación sanada con nuestro entorno llevó inevitablemente a un conflicto entre la conservación metafísica del dogma y el compromiso histórico del testimonio. De este modo la existencia concreta de Jesús de Nazaret, el ungido de Dios, es la esencia del cristianismo que se universaliza no por abstracción, sino por la comunicación de la vida de la gracia en el Espíritu.
Estudios Eclesiásticos, vol. 96, núm. 378, septiembre 2021, pp. 478512
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