El Holandés errante -o El buque fantasma como también suele ser conocida- es el cuarto título escrito por Wagner para la escena, pero es la obra que compositor y prosélitos reconocen como la primera auténtica muestra de su arte merecedora de tal distinción. De hecho, en el templo a su música elevado en la colina de Bayreuth no han sido jamás representadas ni Las hadas (Munich, 1888) ni La prohibición de amar (Magdebourg, 1836) ni ese fallido intento de imitar sin conseguirlo al tan vilipendiado Mayerbeer que es Rienzi (Dresde, 1842).
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