Este artículo nos habla del significado del trabajo, de la creación de nuestro autoconcepto, de la responsabilidad de los líderes, de la motivación, de la actual calidad en la atención al cliente y de nuestro compromiso con la calidad de servicio y con la calidad de las personas que hay detrás de éstos. Todo lo aquí dicho, si es sabido no por ello parece cambiar la realidad que vivimos. Por ello la autora anima al lector a que asuma el compromiso de cambiar su entorno desde el cambio de su propia actuación personal y profesional. A pesar de que numerosos expertos afirman que el 80% de la calidad está en los recursos personales de las empresas, más que en los elementos de tipo técnico, persisten las políticas empresariales que no posibilitan la compatibilidad real del trabajo y de la familia, que no gestionan la diversidad, que recortan las contraprestaciones de los trabajadores y que no tratan a las personas como iguales. En estos casos nos encontramos con empresas donde predomina una cultura de supervivencia y no de profesionalidad, una cultura de miedo y no de superación, una cultura de hacer dinero y no de ser competitivos. No es que se cargue al mando de culpa sino de responsabilidad, ya que, en buena medida, de cómo ejerza el liderazgo dependerá la conexión entre empresa y empleados. Por ello, no es exagerado decir que, sin duda, lo mejor que nos puede pasar, profesionalmente hablando, es que la persona que nos dirija sea decente, madura, disponible, creíble, competente profesionalmente, admita las críticas constructivas y ejerza la disciplina correctamente.
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