El arte debe andar sin ningún tipo de tabúes ni condicionamientos fuera de los que él mismo considere necesarios para existir. Debe ser un sistema de pensamiento capaz de proporcionar reflexión, en busca de una conciencia más aguda de lo que eres en un contexto determinado y del que no eres. Debe hacer partícipe al público en su reflexión y cuestionamiento sobre la deconstrucción de lo que normalmente sabemos y asimilamos como verdad o, si se quiere, sentido común. Debe el arte ser consecuente y dirigirse a la realidad como formador y recuperador de valores sociales y culturales. Su movimiento debe ser contundente dentro de los procesos históricos al que pertenece como algo que debe “historizar lo que nos historiza” y, por esto, preocupa.
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