Nadie duda que la capital andaluza, tras la implantación en sus entrañas del Teatro de La Maestranza, ha devenido una referencia de la vida operística española. Muchos pensaban que la ciudad de Carmen, Fígaro, Don Juan, Leonora, Florestán, Rosina o, ya en el mundo tangible de la realidad, María Malibrán y Manuel García, estaba condenada a albergar eventos taurinos en la Plaza de la Maestranza o espectáculos flamencos de dudosa autenticidad. Afortunadamente, y en sólo unos pocos años, la ópera ha podido reconquistar Sevilla.
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