La caída del Imperio romano, en el siglo V, se empezó a forjar mucho antes, con unos pueblos capaces de poner en aprietos a sus mejores generales y hasta de humillarlos en el bosque de Teutoburgo. Julio César, Druso, Tiberio y Germánico conocieron de primera mano el valor de los germanos, y estos probaron a su vez el hierro candente de la invicta Roma.
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