Thomas Mann afirma que Nietzsche tiene también otro nombre: enfermedad. De hecho, cuando se mira a la vida del filósofo de Röcken, es imposible no toparse con su patología: más allá de la locura delirante que marca la última década, toda su existencia aparece indeleblemente marcada por la enfermedad. Y en Nietzsche el tema autobiográfico de la enfermedad es inseparable del problema filosófico del sufrimiento. Aprovechando su experiencia como eterno enfermo, Nietzsche desea experimentar hasta qué punto el pensamiento puede resistir y qué dirección toma cada vez que está sometido a la presión del mal. Sus reflexiones mordaces muestran cómo lo negativo no puede ser erradicado de la existencia, mucho menos justificado, pero constituye un ingrediente necesario: sin lágrimas, el hombre perdería demasiadas alegrías y nunca llegaría a reírse
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