Javier Fernández Méndez de Andés
Marruecos es un país de desarrollo intermedio con varias fortalezas estructurales muy notorias. Su ubicación geográfica como sello del Mediterráneo le otorga un gran valor estratégico; la proximidad al mercado europeo permite al país capitalizar una importante renta de situación; su riqueza minera, especialmente las grandes reservas de fosfatos, sumada a unas condiciones muy favorables para la producción de energía de origen solar o eólico, aportan una amplia base de recursos naturales sobre la que puede construirse un importante sector industrial. Sin embargo, Marruecos no consigue alcanzar tasas de crecimiento elevadas y sostenidas que le permitan mejorar de manera significativa el nivel de vida de su población. El artículo se centra en algunos factores que pueden explicar este resultado, en particular, la notable infrautilización del factor trabajo y la escasa rentabilidad de la inversión, con un peso desproporcionado de la inversión pública.
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