No me resulta fácil hablar, aquí y ahora, de mi maestro Emilio Alarcos. Entre estos muros, para mí tan queridos por razones de historia familiar, se acumulan cuarenta años de recuerdos, que se expanden por el entorno cercano perfilando una geografía que llega a confundirse con mi biografía y en la que los más heterogéneos fotogramas se superponen.
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