Desde un punto de vista operativo, los estudios combinan el inventario y la cartografía de los paisajes, con el uso de indicadores para evaluar de manera precisa y sistemática todos aquellos aspectos que definen su calidad como recurso para el turismo (Serrano, 2008; Nogué et al., 2009). Durante el proceso de identificación de paisajes, una vez caracterizada y cartografiada la información obtenida en gabinete, el trabajo de campo permite corroborar su veracidad sobre el terreno, así como interpretar el significado de los distintos componentes ambientales respecto al paisaje, otorgando mayor rigor al estudio desde una perspectiva científica (Sánchez y Godoy, 2002; Godoy y Sánchez, 2007).Además, el trabajo de campo se constituye como una vía principal para la valoración del potencial de las unidades de paisaje, y sobre todo de los llamados “atractivos turísticos”, es decir, los lugares que son particularmente adecuados para el desarrollo de la actividad. El trabajo de campo permite aprehender la integración de los distintos aspectos del ambiente que intervienen en paisaje, y sus atributos o características visuales, favoreciendo la determinación de aquellos aspectos que contribuyen con más fuerza a la definición de su potencial con fines turísticos (Zuluaga, 2006; Nogué et al., 2009).
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