La insatisfacción de los trabajadores con sus condiciones de trabajo está dando lugar a la aparición de diversos fenómenos que se propagan a nivel mundial y a un ritmo muy dinámico e incontenible a través de las redes sociales. Estas reacciones a la cultura del exceso de trabajo como señal de éxito profesional y personal, a los horarios prolongados y a la cantidad de trabajo que no se retribuye, han llegado de la mano de los «millenials» y de la generación Z, sobre todo tras la crisis sanitaria del COVID-19.
Las personas trabajadoras más jóvenes han tomado consciencia de que la sobrecarga de trabajo afecta a su salud física y mental e impide el correcto equilibrio entre la vida personal, familiar y laboral y, por ello, animan a otros trabajadores a actuar cumpliendo estrictamente con las obligaciones laborales que son objeto del contrato de trabajo, de buena fe y de manera diligente, pero sin excederse en el rendimiento normal o pactado.
Surge así la renuncia silenciosa como un modo de ejecutar la prestación laboral que consiste en el cumplimiento exacto de las obligaciones y deberes establecidos por el empleador en el contrato de trabajo, sin que ello implique una renuncia del trabajador a su puesto de trabajo, a pesar de la confusión del término.
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