Podemos tener la tentación de pensar que vivir a fondo el presente, en respuesta al continuo insinuarse de Dios en la historia y en nuestras personas, es cuestión de caras serias, actitudes radicales, argumentos graves y transformaciones de raíz. El humor y la risa aportan una sabiduría diferente, despiertan energías al servicio de la vida y contribuyen al crecimiento espiritual. El humor, en realidad, nos muestra que las cosas pueden verse y vivirse de formas diversas, lejos de las rutinas y hábitos cotidianos, es factor de resiliencia, relativiza lo terrible de la realidad, flexibiliza las rigideces, estrecha vínculos, nos acerca a un Dios que sonríe y nos invita a ser familia, ect.
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