La visita del Papa Juan Pablo II a México, para inaugurar la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla de los Angeles parece haber dejado bien claro ante el mundo entero que la evangelización de América fue eficaz. A más de un siglo de medidas discriminatorias, de despojos, de persecuciones, de enseñanza laica y en general de una política desconocedora o enemiga de los valores cristianos, las apoteósicas recepciones que el pueblo mexicano tributó en todas partes al Jefe de la Iglesia revelan una realidad de fe, fervor y respeto, que está ahí, evidente y palpable. Estoy seguro de que lo sucedido en México podría repetirse en la mayoría de los países latinoamericanos.
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