Esta Asamblea debe sentir el imperativo de iniciar sus labores, con una profunda y firme profesión de fe, la que expresamos en el rezo de nuestro Símbolo, el recitado en el bautismo y profesado en la consagración sacerdotal y episcopal, la que Jesucristo nos pide profesar hasta el final de nuestras vidas, que se han de gastar en la tarea de evangelizar y, -a quienes Dios conceda esa gracia- consumar en la ofrenda del martirio.
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